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Redacción central

El Lobo y el Raton se ganan la vida “repartiendo alegría”

Con unos dientes creados para comer mejor y una colita diseñada para contagiar alegría al ritmo de reguetón, el Lobo y su pequeño amigo el Ratontón, se ganan la vida repartiendo alegría del público alteño con un gran mensaje de esperanza que a la letra dice: “El alteño nunca muere de hambre, cuando hay esperanza”.

“Hola, yo soy el Lobo Don y este es mi mejor amigo, el Conde Ratontón que nos gusta repartir alegría en las calles. No hay que dejar de bailar, porque el alteño no muere de hambre, cuando hay esperanza de vivir”, afirma el Lobo, mientras toma un poco de aire, tras bailar toda la mañana y aún estaba cargar en sus hombros a su pequeño amigo el Ratontón.

Su nombre es Oscar Linares de 26 años y su hijo tiene tres, ambos todos los días, se levantan desde muy temprano, desayunan té con algunas marraquetas y salen de su casa a ganarse la vida.

Se vestuario consiste en chalecos peludos, cola de retazos de ropas viejas, dos chompas, siempre tienen un parlante que don Lobo lo adaptó hábilmente con correas para cargarlo en su espalda.

Ambos son divertidos personajes se ponen dos máscaras con dientes de cartón: uno de un lobo feliz y el otro de ratón picarón. “Yo soy el Conde Ratontón y me gusta el queso”, dice el pequeño ratoncito mientras baila con entusiasmo en los hombros de su mejor amigo, al poco rato aparecen varios niños y adultos quienes se acercan para aplaudirles y de paso les regalan algunas monedas.

Se trata de un padre de familia y su hijo quienes se ganan la vida todos los días disfrazándose de esos maravillosos personajes y su trabajo consiste en repartir alegría en la Feria de la 16 de Julio, hay veces están en la Ceja otras veces en el Puente Vela donde salen a ganarse unos centavos.

UNA VIDA DIFÍCIL

Oscar Linares contó a El Alteño, que todo comenzó con un sueño que prevaleció ante una escena de drama que jamás olvidará y por la necesidad de que su familia no tenía nada que comer.

“Todo nació de un sueño, no teníamos ni un pan en la mesa, yo perdí mi empleo y no teníamos dinero. Mi familia se estaba desmoronando”, contó mientras una lágrima de nostalgia recorría su mejilla.

Tras la segunda ola de la pandemia, varias empresas comenzaron a cerrarse por la pandemia. Él perdió su empleo, el dinero se estaba acabando y no había ni para la leche de sus dos hijos.  

LA IDEA NACIÓ EN UN SUEÑO

“Eran tiempos difíciles de dolor y desesperación”, cuenta que una noche soñó que se disfrazaba de un lobo y bailaba en las calles, con tal de recibir algunas monedas para comprar algunos alimentos. 

Al día siguiente, se levantó decidido, no iba a dejar que su familia muriera de hambre y fue a buscar ropas usadas a la Feria de la 16 de Julio. Acompañado de su pequeño hijo que nunca lo dejó, encontró varias prendas peludas y con gran imaginación crearon el disfraz para ambos personajes.  

COSTURARON EL DISFRAZ

Con la ayuda de su esposa, cortaron las prendas, se costuraron chalecos, colas, garras y máscaras de cartón y usaron la radio de la casa la cual con una correa la cargó a la espalda, seleccionaron canciones de moda y decidieron bailar en las calles para que la gente olvide sus penas.

“Para qué estar triste, para qué estar llorando, cuando se puede bailar con alegría. Mi hijo, mi esposa y mi otra wawita son lo más importante. Yo por ellos daría mi vida” asegura el Lobo mientras toma un poco de aire para recorriendo las calles bailando y ganándose algo de moneditas.

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