Tres migraciones le dieron vida a El Alto
La historia cuenta que el territorio alteño comenzó a poblarse a partir de 1781 justo cuando el líder indígena Túpac Katari comenzó a concentrar sus bases en lo que hoy es La Ceja para comenzar el cerco.
El exdirigente campesino, Felipe Quispe “El Mallku”, en su trabajo titulado “Túpac Katari, vive y vuelve carajo”, menciona que los primeros días del mes marzo de 1781, miles de indígenas llegaron a las pampas de El Alto para comenzar el cerco a La Paz y así ahogar al Gobierno de la corona española que tenía su centro de operaciones en lo que hoy es la sede de Gobierno de Bolivia.
El exdirigente alteño, Gregorio Romero, no se cansaba en repetir que las tropas de Julián Apaza comenzaron a construir sus trincheras justo el 6 de marzo de 1781.
Para muchos los historiadores, esa fecha es “cabalística” porque 204 años después y justo el 6 de marzo de 1985, se crea la Cuarta Sección de la provincia Murillo con su capital El Alto.
Muchos textos relacionados con el levantamiento indígena, mencionan los indígenas que habían llegado a combatir contra la corona española, decidieron quedarse en El Alto instalando los primeros asentamientos en lo que hoy es la zona Faro Murillo, La Ceja, 16 de Julio y Alto Lima donde construyeron sus improvisadas viviendas.
En base a ese antecedente, “El Mallku” no se cansaba en pedir un monumento a Túpac Katari porque fueron sus bases los que comenzaron los primeros asentamientos.
DESPUÉS DE LA GUERRA
Una vez que concluyó la Guerra del Chaco en 1935, gran parte de los excombatientes fueron trasladados del teatro de operaciones hasta El Alto en un tren que se estacionó en la zona 16 de Julio, que tenía su parada cerca de donde hoy es la estación del Teleférico Rojo.
Una vez que llegaron a estas tierras, muchos de los excombatientes sin tener un destino donde ir, optaron por quedarse en estas tierras y así comenzaron a construir sus viviendas.
La prueba de ese asentamiento, es que los excombatientes construyeron su sede en plena Ceja de El Alto, frente al Campo Ferial donde además plantaron un monumento al combatiente de la Guerra del Chaco. “Esa es la prueba más evidente de ese asentamiento”, dice el historiador Jhonny Fernández.
LOS RELOCALIZADOS
El otro momento de mayor migración, sucedió un año después de que el gobierno de Víctor Paz Estenssoro, puso en vigencia el Decreto Supremo 21060 de 1985 para relocalizar a miles de trabajadores mineros quienes después apostaron ciegamente por El Alto
A los relocalizados les tocó pagar muy caro su “derecho de piso” ya que ellos en sus primeros años vivieron en carpas improvisadas sin accesos a los servicios básicos y obligados a soportar en el día, al implacable sol ardiente y en las noches debían resistir las bajas temperaturas del altiplano alteño.
El periodista Julio Mamani, asegura que el “principal problema de los nuevos asentados era el agua potable. Muchos de ellos bajaban hasta la zona de Munaypata de La Paz a traer agua o simplemente tenían que esperar que lleguen los trenes para hacerse regalar un poco de agua”.
HONDAS Y DINAMITAS
A los mineros relocalizados, les tocó organizar a los alteños en juntas vecinales con quienes después comenzaron su lucha por los servicios básicos hasta mediados de la década del 90.
La gran herencia que dejaron los relocalizados fue la estrategia y estilo de lucha minera, “la lucha de los alteños siempre va ser desenfrenada” decía el periodista Marco Quispe al comentar que los alteños con el tiempo lograron fusionar la rebeldía indígena con la estrategia minera. “Es decir cuando luchan unen la fuerza de ´las hondas indígenas con la dinamita minera´”, por eso El Alto es imparable decía Quispe.